viernes, 31 de diciembre de 2010

JAULAS DE ORO Y HUCHAS ROTAS

“El gobierno es bueno cuando hace felices a los que viven bajo él y atrae a los que viven lejos.” Confucio



       Los matices, los detalles, las excepciones son importantes. Lo son, porque pueden llegar a cambiar radicalmente la perspectiva general. Por ejemplo, el sueño americano está basado en el esfuerzo, la capacidad individual y la oportunidad. El que es bueno – en cualquier área – y pone toda la carne en el asador triunfará porque el sistema va a poner los medios necesarios para que el potencial individual se desarrolle a su máxima capacidad. Existiendo, además, una segunda vía- a través del empeño, persistencia y esfuerzo individual - para aquellos que no son excepcionalmente buenos. El que trabaja, se esfuerza, se sacrifica, finalmente tiene su recompensa. La lógica del sistema es transparente. Los incentivos funcionan, y gracias a dicho sistema EEUU ha sido la primera potencia mundial a partir de mediados del S.XX y principios del S.XXI.

       Pero aquí vienen las excepciones. Y para ilustrarlas un ejemplo: Filadelfia, la ciudad del amor fraternal, la ciudad en la que se firmó la constitución americana, la ciudad en la que se encuentra una de las mejores escuelas de negocios del mundo. Filadelfia también tiene uno de los mayores índices de criminalidad de EEUU, especialmente significativo el de asalto a mano armada (con pistola). Vivir en el campus de la Universidad de Pennsylvania, donde se encuentra Wharton, es como vivir en una espaciosa y hermosa jaula de oro. Existe policía privada que te escolta a tu domicilio a partir de ciertas horas, patrullas circulando por el campus 24/7, y un concienzudo despliegue de medios para informar a los estudiantes de las medidas de seguridad (desde horas en las que no es conveniente usar los transportes públicos a cómo actuar en caso de ser asaltado, pasando por consejos de cómo andar por la calle, qué hacer en caso de ser perseguido, teléfonos de ayuda…) Para alguien no acostumbrado a tales niveles de seguridad, el panorama resulta realmente perturbador, y aún con el paso de varios meses, uno no acaba de acostumbrarse a esa “tranquilidad artificial”.

       ¿Por qué se ha llegado a ese punto? Bueno, está claro que cualquier tipo de altercado o incidente a un estudiante de dichas escuelas crearía una publicidad no deseada para dichos centros, pudiendo dañar la reputación de los mismos. Aumentar las medidas de seguridad mediante recursos privados crea, por otro lado, un negocio adicional que genera empleos, mueve dinero, genera riqueza. El aumento de la seguridad es la consecuencia y forma de atajar un problema, pero ¿cuál es la causa? Tristemente, en las metrópolis de todo el mundo existe delincuencia. Probablemente exista una correlación entre tamaño y número de incidentes. Pero en el caso americano de ciudades como Filadelfia existe un detalle diferente al resto de ciudades que he conocido. Mientras que en otras ciudades también existen rateros, drogadictos, bandas callejeras, etc., en Filadelfia encuentras un número muy importante de indigentes durmiendo en las alcantarillas, paradas de autobús, estaciones; pidiendo a la salida de las sucursales de bancos, restaurantes y cafeterías, y también subidos a un banco dando discursos o simplemente chillando. La diferencia es que muchos de los indigentes en Philly son personas enfermas, con problemas psicológicos graves. La cruel y dura realidad es que este tipo de personas, están alejadas de la mano de Dios. Porque si no trabajas, no tienes seguro social; si no tienes seguro social, no tienes acceso a tratamientos; si no te tratas, no puedes trabajar ni integrarte en la sociedad… y se forma una espiral sin fin. Aunque haya refugios para indigentes, esa no es la solución a mi modo de ver. El sistema americano es fácil de entender, eficiente; pero tiene una fuga: ¿qué pasa con las personas que no pueden valerse por sí mismas? Si tienen familias que se hagan cargo de ellas, vale. ¿Y si no? El capitalismo radical tiene muchas cosas positivas, pero los fallos del mismo quedan patentes cuando se ve a plena luz del día la convivencia de la riqueza y pobreza más absoluta juntas en el mismo lugar.

       Es entonces cuando realmente fui consciente de la joya que tenemos en Europa, de todos los avances sociales y el estado de bienestar conseguido. Cuando se nace y se crece con algo, uno cree que es lo normal, que viene “de serie”. Siempre se ha dicho que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, entonces se valora de verdad. Yo tengo un poco de sentido común, y entiendo que hemos roto el cerdito que teníamos, esa hucha en la que se iba almacenando el esfuerzo de una población activa para el disfrute de los que más lo necesitan. Pero ya no cabe duda ni en Alemania, ni en Francia, ni en España, ni en ningún país europeo. No hay hucha lo suficientemente grande –y con reservas necesarias– como para sostener lo insostenible. ¿Y por qué es insostenible? No hace falta ser nobel en economía para entenderlo. Las generaciones de los años 40 y 50, empezaron a trabajar con 14, 16, 18 años. Estas familias tenían varios hijos, con lo que la cantidad de monedas que iban cayendo en el cerdito eran considerables. La esperanza de vida era mucho menor; al haber menos población anciana los gastos en pensiones, sanidad eran menores. Conclusión: las monedas que salían de nuestra hucha eran menos de las que sacábamos para nuestras necesidades. ¿Y ahora? Una gran parte de la población estudia carreras universitarias, los jóvenes nos incorporamos a la vida laboral cada vez más tarde. Gracias a los avances médicos y a la mejora de la calidad de vida nuestra esperanza de vida ha aumentado considerablemente. Prejubilaciones a los 50, y cada vez tenemos menos niños. El flujo de monedas a través del lomo de nuestro cerdito es cada vez menor, pero necesitamos exprimirle cada vez más. Las reservas se están agotando, hay quien ha llegado a romper la hucha. Las cuentas no salen.

       En el campus de la universidad de Pennsylvania ciertos estudiantes afirman que la policía acaba siendo parte de tu paisaje habitual; el ir de puerta de origen a puerta de destino en taxi, parte de tu día a día; y que a las personas indigentes con problemas esquizofrénicos llegan a no verlas. Es un mecanismo de autodefensa, supongo. Unos espejos entre los barrotes de tu jaula de oro que te modifican la forma en que ves la realidad, porque asumirla es demasiado duro. Sin embargo, yo me resigno a asumir eso. Mi conciencia no me lo permite. No quiero olvidarme de lo que he visto. Quiero que quede grabado en mi retina y tenerlo siempre presente, porque es una reflexión que debemos hacer. Qué quieres y el precio a pagar por ello. Yo lo tengo claro, no es necesario que nadie me lo insinúe. Trabajaré hasta los 67, 70 o lo que sea necesario o mi cuerpo aguante, lo que llegue antes. Porque ese es el precio.

       Estoy de acuerdo con Confucio. Pero a la vista de la situación actual yo añadiría a su cita: “y es sostenible a corto, medio y largo plazo”. Sí, y ya sé: el que algo quiere, algo le cuesta. No es un asunto sencillo, porque hay muchas connotaciones. No todos somos iguales, ni tenemos la misma historia, ni somos de la misma generación, ni hemos aportado lo mismo, ni todas las profesiones son iguales… Reformas va haber que hacer, queramos asumirlo o no. Lo realmente peliagudo del caso es cómo se van a llevar a cabo para que sea de la manera más justa y equitativamente posible. Como ya he dicho: los detalles, los matices, las excepciones son lo importante.

2 comentarios:

  1. Fantastico. Me gusta mucho. Buen post. Todo tiene precio... todo tiene coste... aunque a veces no querremos reconocer este coste ;-)

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  2. Querida lechuza: sólo como contrapunto en la distancia y en el paisaje cultural. Te sugiero dos pensamientos:
    1º.- Piensa en los modos de organización bumana y social de tantos pequeños pueblos del mundo, cuyas pautas de organización son tradicionales.
    2º.- Las conductas y los modelos sociales evolucionan en las areas urbanas de modo tan complejo y tan desconocido que son volcanes contenidos que si algún día explotan (desabastecimientos de enrgía o de materias primas...)serán todo un problema de incalculables consecuencias.
    En definitiva. Dejando a un lado reflexiones de tipo moral, religioso o ético, es el modelo de "la ley de la selva", frente a los modelos tradicionales.
    Sólo te contaré la experiencia de tres hermanos con carreras de alto standing, que un día se encontraron en un aeropuerto americano (por casualidad) y durante la comida, reflexionaron sobre la vaciedad de tanta ida-venida. Buscaron una solución "tradicional" a sus refleciones sobre el modelo "moderno", y el resultado fué volcarse en iniciar un modelo de explotación agrícola-ganadero-turístico que les permite ver el mundo de otra manera en Villamartín de Campos (Palencia). Un saludo, pajarito. Antonio.

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