lunes, 23 de agosto de 2010

LA CONFIANZA PERDIDA

“Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible,
porque es una manera de vivir con bastante facilidad” Miguel Delibes


       Hoy, me han sorprendido los resultados de una encuesta publicados en un diario nacional que situaban a los ciudadanos que desconfiaban del Presidente del Gobierno en un 43,1%. Y digo yo, ¿qué han contestado el 56,9% restante?

       Me atrevo a insinuar que los menos polémicos hayan optado por un “no sabe, no contesta” y los más corteses no habrán contestado pensando “pasemos a la siguiente pregunta y tengamos la fiesta en paz”. Pero sigamos con la encuesta que esto no acaba aquí, porque el jefe de la oposición no se ha quedado rezagado, con un 49,5% de ciudadanos que recelan de él.

       Triste panorama político el que vivimos. Con desencanto general, desconfianza en todos los bandos y una amarga certidumbre de que la política es una herramienta cada vez menos eficaz, y los políticos unos líderes poco responsables. Y es que, a mi juicio, el chiringuito político no está bien montado en España: carece de fondo y se echan de menos las formas.

       Stevenson, autor de La isla del tesoro, afirmaba que “La política es quizá para la única profesión que no se considera necesaria ninguna preparación.” Y aunque dicha cita pueda parecer razonable en un afán democrático de hacer accesible la política a cualquier ciudadano, un análisis de la responsabilidad que conlleva el ser político nos revelará que nada más lejos de la realidad. Los políticos deberían ser profesionales. En todas sus acepciones. Por un lado, ejercer una profesión de la que sean expertos y posean amplio conocimiento. Por otro, ejercerla con relevante capacidad y de forma responsable.

       Lo erróneo en este país (y en muchos otros) es entender la política como una profesión en sí misma. No se puede pretender opositar, afiliarse a un partido político e ir subiendo en el escalafón hasta un puesto de responsabilidad sin saber cómo funciona el mundo empresarial en al menos alguna de sus facetas. En esos casos nos encontramos ante dirigentes que son auténticos teóricos de una ciencia de la que desconocen completamente su práctica. Lo que nos deja a un completo ignorante marcando las pautas y caminos a seguir.

       Por otro lado las aspiraciones detrás de la política son por todos conocidas. No se puede negar que, detrás de un idealismo que persigue cambiar el mundo según los principios y creencias de uno, se halla un sentimiento mucho menos honesto y más terrenal que es el acceso al poder. Y se puede llegar a entender, uno es muy libre de tener las aspiraciones que desee. Pero no debemos olvidar que hablamos de dirigir el destino de muchas personas. No puede ser que una persona acceda a la política y una vez allí se llene los bolsillos, se quede enraizado y dirija rumbo a un destino incierto.

       Creo que el camino debería ser otro. Se me ocurre pensar en Arnold Schwarzenegger, gobernador de California, que si bien para muchos no será el ejemplo más acertado, viene al caso que ni pintado. Este señor adquirió considerable fama y fortuna en su carrera dentro del negocio hollywoodiense. Una vez satisfechos sus niveles primarios, parece totalmente lícito intentar saciar otro campo: el del poder. Desde una posición acomodada parece algo más difícil dejarse corromper por una serie de trajes, donaciones, becas, cursos o cacerías.

       No digo que para ser político haya que imponer el tener tres carreras y ser multimillonario. Pero sí creo que ayudaría mucho a mejorar la calidad de la política el que nuestros dirigentes estuvieran formados convenientemente en las materias sobre las que van a gobernar (puesto que por muy espléndidamente formados que estén sus consejeros y capacidades no les falten, los que tendrán la última palabra son los políticos mismos). Además, no estaría de más que el llegar a altas cotas en política no supusiera adquirir un sabroso estatus económico, para que sólo aquellos realmente movidos por un espíritu altruista y puras convicciones fueran los que se vieran movidos a dedicarse a ella. Sin ningún otro tipo de incentivo, no existiría la tentación de echar raíces en el puesto en cuestión.

       Y si no, a las pruebas me remito, ¿qué confianza ofrece a los ciudadanos un Presidente de Gobierno al que un ministro ofrece ponerle al día en economía con “cuatro clases”? No sólo es un insulto a los verdaderos profesionales de la economía, es una clara alerta: “agárrense que vienen curvas”. Y vaya si han venido. Y lo que te rondaré morena.

sábado, 7 de agosto de 2010

LA CRISIS DE LOS HIJOS DE LA DEMOCRACIA

"Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros." Sócrates


   Los nacidos a partir de la década de los 80 en España lo hemos tenido todo. Todos los derechos, todos los privilegios, una vida fácil. Las sufragistas, Martin Luther King, mayo del 68,… guerras ya libradas, objetivos ya conseguidos de los que hemos podido disfrutar desde nuestra más tierna infancia. Entonces, ¿qué nos pasa a los jóvenes?
  
   En menos de un mes, me he encontrado en medio de diversas conversaciones con diferentes amigos, compañeros o conocidos con un factor común. Algo que no podía definir hasta que mi amigo “Deivid” me dio la clave: “Es la crisis de los 30”.

   Hasta ahora, todas las etapas de nuestra vida se explicaban por la persecución de un objetivo concreto que más o menos se iba alcanzando: graduado escolar, FP/BUP, universidad en algunos casos, búsqueda de trabajo y/o pareja… Pero ahora las metas a alcanzar se distorsionan, no son el objetivo tangible al que hemos estado acostumbrados. Y -para nuestra suerte que dirían unos, o para nuestra desgracia que pensarán muchos otros- hemos disfrutado y tenido como ejemplo el estilo de vida, que con muchísimo esfuerzo, han llegado a alcanzar nuestros progenitores: amplios domicilios céntricos, vacaciones aseguradas, escapadas al extranjero, cenas y salidas a los sitios de moda, armarios sin fondo,…

   Ya se sabe, no se valora lo que se tiene hasta que se pierde. Pero cuando lo que se tiene es la única referencia que se ha vivido, cuando ya se ha nacido en lo alto, la caída es inconmensurable. Un salto al vacío, a un precipicio sin fin: puestos de empleo inciertos, salarios mileuristas, hipotecas a 30 años, viviendas a varias decenas de kilómetros del lugar de trabajo, horarios laborales de más de 10 horas diarias… No es nada nuevo. Resignación. Ya sabemos que con algo de esto tenemos que convivir.

   Aún así, no somos los peor parados. Los actuales horarios laborales hacen prácticamente imposible la convivencia entre padres e hijos. Dando como resultado que las nuevas generaciones están siendo criadas y toman como ejemplo no los valores de sus progenitores, si no los de las personas que están a su cargo. En algunas ocasiones con peor formación, culturas diferentes y valores que nada tienen que ver con los de sus propios padres. La infancia es la época que forja el carácter de las generaciones futuras. Lamentablemente, los niños de hoy en día tienen grandes carencias, aunque sus padres no sean conscientes de ello. Porque por intentar proporcionarles lo que ellos no tuvieron, se están privando de darles de lo que sí disfrutaron.

   Sin embargo, el verdadero problema viene cuando miramos al futuro, y a las generaciones que están por venir. De las que, precisamente nosotros, seremos directos responsables. Entre mis allegados, ya existen parejas que desconocen la figura del hermano. Sus retoños, no sólo no sabrán qué significa tener eso, sino que las figuras de tíos y primos también serán ciencia ficción. El panorama no podría ser menos halagüeño si nos centramos en el panorama económico. Cada preciado bebé tendrá que mantener las pensiones de sus 2 padres y 4 abuelos; eso, si todos sus tío-abuelos y parejas correspondientes tuvieran descendencia sobre la que cargar la suya propia. Así que a nuestra lista anterior de retos difusos a los que enfrentarnos, podemos añadir el de una vida laboral hasta pasados los 70 y con una pensión no asegurada.

   No, no hemos pasado hambre durante la guerra, no sufriremos de dolencias físicas por haber empezado a realizar trabajos físicos a los 10 años, ni sabremos lo que es no poder ir a la universidad por tener que hacernos cargo de sacar adelante a nuestra familia, no sabemos los que es ser privado de nuestros derechos fundamentales por razones de sexo, raza o religión. Afortunadamente.
  
   Pero tenemos nuestras propias dolencias. Nuestros sufrimientos han mutado del plano físico al psíquico, y no por eso es menos doloroso o más sencillo. Nos enfrentamos a un futuro más que incierto. Un panorama que no hemos elegido, que nos ha venido impuesto y que tenemos que sufrir. Pero no olvidemos que el agente pasivo lo es hasta que reacciona. Así que preparaos para el combate. No somos víctimas. Esta, es nuestra guerra. La que estábamos esperando.