“Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible,
porque es una manera de vivir con bastante facilidad” Miguel Delibes
Hoy, me han sorprendido los resultados de una encuesta publicados en un diario nacional que situaban a los ciudadanos que desconfiaban del Presidente del Gobierno en un 43,1%. Y digo yo, ¿qué han contestado el 56,9% restante?
Me atrevo a insinuar que los menos polémicos hayan optado por un “no sabe, no contesta” y los más corteses no habrán contestado pensando “pasemos a la siguiente pregunta y tengamos la fiesta en paz”. Pero sigamos con la encuesta que esto no acaba aquí, porque el jefe de la oposición no se ha quedado rezagado, con un 49,5% de ciudadanos que recelan de él.
Triste panorama político el que vivimos. Con desencanto general, desconfianza en todos los bandos y una amarga certidumbre de que la política es una herramienta cada vez menos eficaz, y los políticos unos líderes poco responsables. Y es que, a mi juicio, el chiringuito político no está bien montado en España: carece de fondo y se echan de menos las formas.
Stevenson, autor de La isla del tesoro, afirmaba que “La política es quizá para la única profesión que no se considera necesaria ninguna preparación.” Y aunque dicha cita pueda parecer razonable en un afán democrático de hacer accesible la política a cualquier ciudadano, un análisis de la responsabilidad que conlleva el ser político nos revelará que nada más lejos de la realidad. Los políticos deberían ser profesionales. En todas sus acepciones. Por un lado, ejercer una profesión de la que sean expertos y posean amplio conocimiento. Por otro, ejercerla con relevante capacidad y de forma responsable.
Lo erróneo en este país (y en muchos otros) es entender la política como una profesión en sí misma. No se puede pretender opositar, afiliarse a un partido político e ir subiendo en el escalafón hasta un puesto de responsabilidad sin saber cómo funciona el mundo empresarial en al menos alguna de sus facetas. En esos casos nos encontramos ante dirigentes que son auténticos teóricos de una ciencia de la que desconocen completamente su práctica. Lo que nos deja a un completo ignorante marcando las pautas y caminos a seguir.
Por otro lado las aspiraciones detrás de la política son por todos conocidas. No se puede negar que, detrás de un idealismo que persigue cambiar el mundo según los principios y creencias de uno, se halla un sentimiento mucho menos honesto y más terrenal que es el acceso al poder. Y se puede llegar a entender, uno es muy libre de tener las aspiraciones que desee. Pero no debemos olvidar que hablamos de dirigir el destino de muchas personas. No puede ser que una persona acceda a la política y una vez allí se llene los bolsillos, se quede enraizado y dirija rumbo a un destino incierto.
Creo que el camino debería ser otro. Se me ocurre pensar en Arnold Schwarzenegger, gobernador de California, que si bien para muchos no será el ejemplo más acertado, viene al caso que ni pintado. Este señor adquirió considerable fama y fortuna en su carrera dentro del negocio hollywoodiense. Una vez satisfechos sus niveles primarios, parece totalmente lícito intentar saciar otro campo: el del poder. Desde una posición acomodada parece algo más difícil dejarse corromper por una serie de trajes, donaciones, becas, cursos o cacerías.
No digo que para ser político haya que imponer el tener tres carreras y ser multimillonario. Pero sí creo que ayudaría mucho a mejorar la calidad de la política el que nuestros dirigentes estuvieran formados convenientemente en las materias sobre las que van a gobernar (puesto que por muy espléndidamente formados que estén sus consejeros y capacidades no les falten, los que tendrán la última palabra son los políticos mismos). Además, no estaría de más que el llegar a altas cotas en política no supusiera adquirir un sabroso estatus económico, para que sólo aquellos realmente movidos por un espíritu altruista y puras convicciones fueran los que se vieran movidos a dedicarse a ella. Sin ningún otro tipo de incentivo, no existiría la tentación de echar raíces en el puesto en cuestión.
Y si no, a las pruebas me remito, ¿qué confianza ofrece a los ciudadanos un Presidente de Gobierno al que un ministro ofrece ponerle al día en economía con “cuatro clases”? No sólo es un insulto a los verdaderos profesionales de la economía, es una clara alerta: “agárrense que vienen curvas”. Y vaya si han venido. Y lo que te rondaré morena.